Patitas, uñitas, pelitos, orejas.
Uñitas, bigotes, cocina, orejas.
Medias, medias, MEDIAS!
Dormir, uñitas.
Comer, orejas.
Balcón, hora de la siesta.
Balcón.
Cortinas, uñitas, pelitos.
Siesta.
Mas siesta.
Pelota, comer, que comen? Que miran?
Pelitos, uñitas, pelitos, orejas.
Dormir.
Orejas.
El Desván de Anita
Como en todo desván, las cosas se amontonan, se llenan de polvo, y se transforman lentamente en pequeños tesoros, joyas en miniatura de nuestra historia. Las pequeñas anécdotas del mobiliario toman formas grotescas, sombras chinas que, con manos de 100 dedos no llegamos a delinear por completo. En mi desván no hay arañas, ni corazones rotos ni tristezas de sucidas: hay ironía y muchas ganas de festejar la vida, aunque no sea más que una manifestación admirable y modesta de lo absurdo...
martes, enero 17, 2012
Patitas
lunes, enero 09, 2012
Calor
viernes, junio 17, 2011
Compañera
qué decir que no sepan tus oídos testigos,
qué pensar que no hayan tus ojos previsto.
Compañera de aquellos cansados andares,
lugares inciertos que se vuelven caminos
de ida y de vuelta con el mismo sentido.
Cuántas escaleras han oído tu risa,
y la sutil carcajada de un cómplice guiño,
y mi cruzar, de tu mano, a un paso el abismo.
Tierra
compartimos infancia, risas y sal.
De color avellana los ojos que han reído,
llorado, y que han sabido mirar.
De color avellana es el lazo que nos une,
color de la tierra virgen y tormentoso mar,
porque has sido siempre tierra y cometa,
has contado mis sueños, y los has hecho volar.
Sabes que cuando debas alzar el vuelo,
dormir en la luna y cambiar de canal,
un placer será compartir mis locuras,
también de avellana, color de pan.
Para la amiga que me pedía versos
como el color de tu nombre, como el mar.
Azul de aire, azul cantante,
de latido equivocado,
de corazón ardiente, y arrebatado, sin amar.
Feliz, porque no hay cadenas, no hay jaulas.
Volar sobre el aire, bucear en los sentidos,
dibujar con grafito azul
la pared de tu cuarto.
Nada más.
Feliz, como jarra vacía, como final no escrito,
feliz como lo que tiene aún que ser,
joven como el futuro mismo.
Feliz, me recuerdas mi propia felicidad.
Fragilidad
que me habites como tierra vírgen,
poblada sólo de esperanzas.
Que no sientas ganado el terreno
hasta que plantes en mí
todos los árboles de tu siembra.
Quiero que me tomes sutil, fugazmente,
que me susurres al oído,
que rozes mis pechos,
que sienta tu presencia entre las sombras.
Pero no me toques,
quiero sentirme tan, pero tan frágil,
como el aire,
como una burbuja,
que con tan sólo un beso
puedas romperme.
Regreso
miércoles, septiembre 01, 2010
Perfume
Tocas mi frente, me besas.
Todo pasa tan rápido que me desvanezco sin sentir tus caricias.
Escucho la música de tus pasos, que vienen y van perdidos en las sombras.
Te siento en un perfil, sobre la columna, veo tus ojos en el resplandor de un guiño.
Si alguna vez logramos salir de este laberinto, y escapar uno del otro, ir por rumbos distintos, te juro, te prometo, que te seguiré por donde vayas.
Ya mi cuerpo se acostumbró al tuyo, mis manos a tus dedos, mis rincones a tus latidos.
Imposible pretender que, en lo que quede de vida, mis poros se abran a un aroma más perfecto, más sutil, más mío.
Sabes que me haría un perfume con tus besos.
viernes, junio 11, 2010
Carteles
La iglesia viene a desterrar los calvarios, pero el hombre que saca los carteles no ha llegado, y, por unos días, el calvario es la misma iglesia.
Por unos días, el hombre que quita los carteles se ha olvidado, y los quioscos pasan a ser hospitales, y los hospitales cementerios, y los cementerios salas de billar.
La ex-fábrica era de juegos, de muertes lúdicas, donde el que gana es aquél que más cristos y cristóbales arranca, en los vecinos países, en los árboles, en los cementerios, en los billares.
El hombre que cambia los carteles tiene humor negro, y quiere que, al doblar una esquina, me encuentre con la iglesia-fábrica del calvario, y me pregunte por qué los hospitales tienen toldos amarillos con avisos de botellas en la sala de emergencias.
Callejeras cuentas
Ciento cuarenta y dos besos consentidos y cinco con pasión desbordada.
Noventa y tres taladros en cada avenida buscando los tesoros de cloacas y de asfaltos.
Novecientos veintidós callejeros pendejos que levantan la mano. Mil ochocientos cuarenta y cuatro manos que se levantan, pidiendo misericordia a los siente engalanados señores de galera y galante jarana que pasean por Florida, como si de caballeros se tratara.
Veinte colectivos por segundo, que frenan a un centímetro y tres cuartos del próximo auto que dará dieciocho vueltas manzana para encontrar un lugar entre las ciento sesenta y seis manzanas de Palermo. Una donde no haya manos que se levanten.
Treinta y siete pasajeros que descienden al mismo tiempo, otros treinta y siete suben, se sientan, respiran y bajan en las vías de Floresta, luego de cincuenta y cuatro caminos de conquista hispana. Se bajan en la feria. Suben al tren, y vuelven a las tolderías.
¿Cuántas manos se alzarían si, en lugar de sentarse en los sillones de cemento y ventanilla, miraran al impúdico paisaje de ranchitos y tapas de cacerolas, molinos de viento descarados?
Me gusta saborear, en mis labios y entre los dientes, los números de cientos y miles, desbordados. Pero no me dan las cuentas, me resulta amargo, pensar en ciertas sumas y restas, divisiones y porcientos.
domingo, diciembre 20, 2009
Silencios
Te la canté al oído
y toda la ciudad aullaba,
como un perro embravecido,
royendo su hueso
de amores empapados.
La ciudad te cela,
te guarda de la noche,
de las miradas indiscretas.
Te oculta en su vaporoso susurrar,
con luciérnagas que bailan,
distrayéndome.
Intentan que no te robe los ojos,
la mirada indiscreta,
la saciedad de los instintos.
Pero yo insisto,
mis dedos son la vanguardia,
buscan un rincón por donde entrar a tus poros.
Buscan la fragilidad de la piel,
el silencio de las manos,
los labios cerrados,
casi,
casi cerrados,
entreabiertos.
Te canto una canción,
mis ojos acompañan con un ritmo tintineante.
Te canto una canción,
te digo dos versos,
y la noche te guarda
en un mundo de sueño,
de cotidiano descanso,
de besos mojados.
domingo, diciembre 13, 2009
Aventura en Nueva España
Como una mano que acariciara el viento, como si el viento se dejara acariciar, como si la caricia fuera el látigo que doma al caballo violento. No quiero serenatas en mi puerta, no quiero flores en mi ventana, no quiero tener que regarlas con lágrimas callejeras cada madrugada, despierta de pestañas y corazones violentos. Y el caballo sereno. Y la serenata violenta, que abre los cerrojos de mis puertas.
Si cada palabra es una piedra, que golpea mi ventana, me despierta en camisón y me entreabre las piernas. Si cada suspiro, cada silencio, cada vacío instante en el que no cantas tu serenata, es una lágrima que riega mi instinto, de caballo violento, de yegua embravecida, de mar sereno.
Oh, demiurgo insensato que al acariciar me creas! Cántame con tus palabras-piedras, la serenata que cantabas esa noche. Las flores rojas se marchitan, y con su regar de sangre dejan el rastro de una canción, que se pierde en la noche de América.
Tan tierra, tan tierra soy, que te abro mis flores rojas, hambrientas de lluvia, para que me cantes un amanecer de tierra.
sábado, diciembre 12, 2009
Luces
El chofer del colectivo no las mira, no siente su brillar contínuo como un acechante relámpago de semáforos y ventanas. Aprendió a evitarlas, a ignorarlas, para no caer en la tentación de detenerse y mirarlas.
Los pasajeros tampoco miran las luces, sólo miran calles, carteles. Los árboles son escenario, las personas, curiosidades de etnólogo. Las luces son puntos de color en el telón de fondo.
El colectivo se detiene. Las puertas no se abren. Los pasajeros no descienden. ¿Es que por fin ha hecho efecto el hechizo de Diana, y las lunas abrazan a la gente ensimismada? ¿Es que el chofer ha olvidado su estrategia, y sucumbió a los rayos incesantes de las luces, del brillo de las veredas?
Como despertando de un sueño, las bocinas irrumpen en el encantamiento (como esos príncipes azules que venían a romper el hechizo, despertando a las princesas a una vida aburrida de casamientos y tratados de guerra, obligándolas a romper los lazos con sus sueños, sus aventuras, quizás, de abogadas y periodistas).
El chofer despierta, sigue su camino. Los pasajeros se miran, vuelven a estudiarse con ánimo de etnólogo, o, mejor, de entomólogo, analizando antenas y vértebras extranjeras. Las luces los dejan pasar, aburridas de tráfico y de luces.
domingo, noviembre 22, 2009
Adolescemos
No sé, no quiero que el cuerpo me duela por siempre, pero menos todavía que el corazón se me llene de agujeritos musicales, o que cada día me levante con los mil y un pies izquierdos...
Tal vez, pero la etiqueta con que me devuelven la mirada los espejos me dicen que hace tiempo he dejado de adolescer, ya no me duele la vida.
Tal vez la nueva etiqueta deba ser "sufrientes".
O, simplemente, tal vez debamos dejar de sufrir.
O dejar de etiquetarnos.
Me asusta pensar que el próximo espejo me devuelva un "adulto".
domingo, octubre 25, 2009
Allí, y guardados estrictamente según fecha de caducidad, es que enlaté algunos pensamientos que no me pertenecen, palabras que han sido paridas por otros, pero las que me apropio, como un ladrón de virtuales joyas (ahora que está de moda lo virtual), y, al recortarlas sobre un fondo de otro color, juntarlas en collage surrealista junto con un paraguas y una máquina de coser, me doy el derecho de todo lector de re-crearlas, re-cordarlas, re-parirlas.
Para los que quieran ver a quiénes intento plagiar, o qué pesadillas sueño, abro mi nuevo blog Libros en Latas.
Pero tampoco abandono este, mi primer proyecto, las fotos que vaya tomando se irán amontonando en el mismo desván de siempre.
Falta mucho para mudarme de planeta.
Las veredas con flores rojas
Primero para no mirar al vecino de viaje, no dejarse tentar por la conversación desinteresada, sin objetivo más que pasar el rato.
¡Asusta pasar el rato!
En la aceleración de cada día los pasajeros prefieren olvidar que están viajando, que pierden tiempo de punta a punta... ¡nada de pasar los ratos!
Por eso también miran por la ventanilla, lloran el paisaje con la nostalgia de lo que han perdido. Los árboles, las plazas, los perros, las veredas.
Ya no importan las veredas de Buenos Aires... no hay transeúntes, sólo pasajeros.
Las veredas se rompen, se ensucian, se guardan, como el vestido de novia, que es mejor no verlo para que nada nos reproche el olvido.
Yo no tengo vestido de novia, y tampoco tengo veredas. Pero si llegara a encontrar alguna, la llenaría de flores rojas, por si alguien mira.
viernes, agosto 21, 2009
Reloj
Muestra imperturbable el horizonte azul, una aguja de nubes que no nos da la hora sino que se guarda la memoria absurda de ser, por no dar.
¿De qué sirve un reloj que no nos acerque al cielo, al más allá del tiempo, a la locura?
Hay un "sí", un "no se", una condición para existir que es la vida, que el tiempo no para de recordarnos, que el reloj que nos muestra el horizonte nos confiesa: siempre lejos, siempre antes, siempre antiguo.
Cierro el reloj, para no ver las nubes que se alejan, pero al cerrarlo el sonido del oxidado encastre me atormenta los oídos.
Ya no pude más abrirlo. Ahora debo dormir con el grito de sus agujas en mis ojos, y no cerrar los ojos, por miedo a no poder abrirlos.
Qué locura el tiempo, disfrazado de agujas y de números, al tiempo de confundir las horas con los segundos, los días con las noches, mientras el reloj siga gritando que son las 12.
miércoles, junio 10, 2009
Manos en el subte
Entre las manos con anillos va una mano sin anillos, sin nada. Sólo dedos desnudos en una mano desnuda, descalza. Va sola, indefensa, suelta. Va como sorprendida, en medio de la multitud de dedos anillados y meñiques.
La mano pinta con gesto suave, ata sin nudos, acaricia sin disculpas. Son dedos largos de pianista, de alfarero, modelo de escaparate. Algo como las manos de Rodin que juntas son sagradas, no importa de quién sean.
En el subte todos se miran los zapatos, pero no les dicen nada. Por eso los pasajeros siempre tienen rostros desamparados, ojos de laguna. Las puntas afiladas o mochas del calzado son mudas, se chocan, son violentas y torpes palabras de adolescentes.
Sin embargo yo miro las manos. Suelen hablar más de trascendencias y de barro.
Juego de transeúntes
¿Quién no juega a pisar las baldosas sueltas, y escaparle al barro que sorprende debajo de ellas?
O a caminar sobre el borde peligroso, afilado, de los cordones.
O a dibujar corazones y rostros sorprendidos en las ventanas vaporosas de los colectivos.
O al pan y queso con los vecinos y las tapias,
rascarse detrás de las orejas buscando duendes escondidos,
encontrar los carteles sin sentido,
las nubes que son ovejas,
las hojas que son insectos,
los árboles que son puertas
y las calles que...
al fin de cuentas,
siempre son caminos.
domingo, abril 12, 2009
George Barker
Este es un poema de George Barker, el hombre que inspiró en Elizabeth Smart cuatro hijos y el increíble libro "En Grand Central Station me senté y lloré".
Increíble las vueltas de la vida. Barker terminó siendo un poeta reconocido, Smart una secretaria en una prensa.
De más está decir que me gusta más Smart que Barker....
Avaricia
Tengo un lunar escondido, que me habla de aquellas esencias invisibles.
Es como la pluma que va escribiendo con trazos desnudos en mi vigilia.
Es como el ojo que observa cuando yo no veo más que la pura realidad de la vida.
Tengo un lunar...
Tengo dedos que se vuelven duendes cuando camino.
Se vuelven pájaros que hurgan en los bolsillos, buscando aquellas cosas que no existen.
Se vuelven dioses, que dan existencia a lo imposible.
Tengo dedos...
Tengo mis labios, que son tus labios cuando beso.
Que son la contraseña de un castillo inexpugnable, de un laberinto sin salida.
Que son los labios con que me hablaste aquella noche.
Tengo mis labios...
Y tengo además una avaricia de mujer desterrada.
De quien sabe que nada será como antes.
De quien huye del día para soñar con esencias, y escribir sin trazo firme debido al cansancio.
Y tengo además esta avaricia... avaricia de lunares que se me han borrado, de dedos que he perdido en los bolsillos de alguien, de los labios que me robaste cuando te conté de mis sueños.
Y tengo además esta avaricia...
sábado, noviembre 29, 2008
Duermes
Duermes...
te siento respirar detrás de la madera, detrás de las rejas protectoras del sueño...
¡Qué ganas terribles de molestarte el descanso, de besarte los pies, de morderte los labios!
¡Qué fantástico sentirte nombrarme en tus sueños, sentirme el milagro de la amada en secreto, de las hojas que el viento arrastró hasta tus manos!
Qué esquizofrenia cuando duermes conmigo... Cuando me sueñas y me abrazas, como a otra persona..
Es en tus sueños que te beso de nuevo, de mil formas distintas. Es ahí donde hacemos el amor como extraños, como adolescentes eternos, sin cansancio, sin disculpas. Donde mis piernas te atrapan, y mis brazos pelean por escaparse del día. Donde somos amantes huyendo del tedio... dejaremos la vida, el trabajo, los premios...
Es allí, en tus sueños, donde me amas en secreto... tan secreto que cuando despiertes, sudando y sonriendo, me ocultarás que soñaste conmigo... que en sueños me amabas... y me amarás despierto.
Estatuas-Columnas por Avenida de Mayo
Vi por la calle cuatro señoras de mármol.
Me miraban absortas, como quien mira un milagro.
Vi, desde la calle, cuatro señores de traje.
Pasaron como el viento,
me volaron las faldas,
y suspiró el viento entre mis rodillas.
Vi, por la ventana, cuatro gatos y un tejado.
Con los bigotes mojados me miraban absortos,
como quien mira el mar desde la playa.
Vi (y no vi, porque estaba dormida),
cuatro mujeres con cuatro hombres-gatos en sus regazos,
mirando, extrañas, la calle por debajo.
El viento pasaba entre sus piernas,
despeinaba sus cabellos de piedra,
susurraba canciones entre sus manos.
Los hombres se mojaban los bigotes en sus labios,
y pasaban, con los dedos, las hojas de los árboles.
Los gatos se mojaban los dedos con la lengua,
y leían, absortos, las hojas de los plátanos.
Los hombres de traje volvieron a pasar,
pero ahora traían el viento en las manos.
Y soplaron.
Me desperté y vi caer a las cuatro señoras de mármol.
El viento les había golpeado la mejilla.
Un nuevo edificio se levantó en sus ventanas.
Y ahora ya no veo el mar entre mis manos.
Ya no me siento un milagro.
jueves, noviembre 20, 2008
Lluvia
Me detuve a ver caer el rocío sobre las piedras...
¡Qué desolado el paisaje de una lluvia sin nadie!
¡Qué terrible el destino del ruido del agua sin una mano que intente detenerlo, atraparlo entre los dedos!
¡Qué absurdo tan patético las noches de lluvia vistas desde la ventana!
Ojala nunca me pierda el milagro de llover entre tus risas, escurrirme en tu mirada, caer, mentolada, desde un árbol a la tierra...
Ojala nunca me olvide el camino a los ríos, a las aguas danzantes de unas manos benditas, a los besos amantes de dos almas distintas...
Ojala encuentre el camino más corto, a través de las grietas, a tus brazos abiertos, a tu risa despierta.
Menta
Prefiero perfumar de rocío mi cuerpo cada mañana, tentarte con las frutas de mis dedos, los cereales de mis tierras. Que se empapen de sudor nuestras almohadas.
Prefiero sentir la lluvia por mis pechos, clavar mis uñas en tu anhelo, que sientas que nada sería posible sin mis besos, sin el agua de mis fuentes, sin los poros de mi cuerpo. Sin la menta de mi boca, tu aliento no seguirá sabiendo a menta.
lunes, noviembre 10, 2008
De hombres gaviotas y árboles
Agazapada
entre tus nudillos mirando pasar al viento.
Los autos por la acera, y el cabello suelto.
Suelto de ideas...
Tener entre las garras la poderosa arma de observarte,
sentada, esperando el momento.
Agazapada...
Sobre mis patas traseras, pegar un salto,
de tus nudillos a la acera,
al balcón hundido en la niebla,
en el montón de arena mojada,
por la lluvia de mi pelo suelto.
Suelto de ideas...
Como una vela.
Ver la brisa caer, como hojas secas,
convertida en golpes,
golpes de nudillos,
llamando a la acera, sobre la puerta.
Agazapada...
Suelta de ideas...
martes, mayo 22, 2007

sábado, noviembre 18, 2006
Nombres
Si, ya sé. Cuando todo ha sido nombrado, y lo comprendes, ¿qué misión encotrar en esta vida? ¿Voltear el tablero y nombrar de nuevo? ¿Tendré que hacer como Alicia y traspasar el espejo, encontrar un mundo distinto, aún no formado, sin nombres, y olvidarme de éste, tan blanco-negro y definido?
El otro día me pidieron poesías, y respondí con certezas. Me estoy volviendo vieja y astuta, ¡qué desperdicio! ¿Dónde quedarán las llaves de mi armario, del diario íntimo encadenado a la cama, si pierdo las angustias y utopías? ¿Dónde la sutil diferencia entre el adivinar y el concluir con la espera? ¿Qué serán, sin los vacíos, aquellos llenos tan seguros? ¿Se volverá todo un gris inconcluso, un desierto de arenas oxidadas, un reloj de muñeca?
Pero no, tranquila. Aún no me has dicho tu nombre.
No me lo digas, no lo hagas, ¡sígueme besando, y así me mantedrás con vida!
Mañana
Llueve, y la mañana es tan bella que me empapa las pestañas, con sus lágrimas de viento, y resquebraja mis ventanas.
Llueve, y tu cuerpo desnudo me sirve de paraguas, de saliente de roca, de tela de araña. Me aferro a tu vientre, a tus piernas gigantes, a tu barba espantada, y me seco el flequillo con el último bostezo.
Llueve, y tus brazos me anclan a la tierra desnuda, a una sábana que huye, a una pared tan blanca.
Llueve, y un diluvio amenaza debajo de tus dientes. Intento llorar, pero no puedo: de tan feliz se me caen las manos de las caderas y una coliflor amanece en mis pupilas.
Llueve, pero qué placer despertar, y sentir un mosquito zumbando en las manos, y los ojos cerrados que niegan el día, y la nube gris que me oculta tu inevitable partida.
PATENTES
viernes, noviembre 17, 2006
Dos Amantes
Ella le dice: Ay! Ay! Ay! Cómo llueve! Voy a evaporarme con las nubes para, luego, caer sobre tus labios!
Él le responde: Tu boca es el sol, si me besas me quemas...
Ella le dice: Si ves mi rostro en una nube...
Él le interrumpe: Bailaré por tí la danza del viento...
Y Ella: Me beberás entera...
Y Él: Te liberaré en mi garganta, tu canto será mi voz...
Y Ella: No. Mis suspiros serán tu tormenta.
jueves, octubre 12, 2006
Tejido
Primero pensé con lana blanca, como las fachadas, con esa pintura de cal que ciega los desaguaderos.
O tal vez lana verde, gris, del pasto húmedo por las lluvias ácidas, por el riachuelo, por las lágrimas de tantos novios abandonados. No sé, me gustó más la blanca.
¿Cómo se pide lana del color de la ciudad? Qué complicado. Tal vez termine siendo un rejunte de colores distintos, hilos distintos, puntos diferentes.... Tal vez tenga que tejer un retazo en cada plaza, en cada puerto, encaramada a los millones de rostros que miran desde las puertas, desde la ventana 183 de cada torre espejada en el microcentro.
...
Uh, que trabajo más duro, mejor lo escribo.
Y de paso asesino con palabras al rey de Micenas.
Idilio
y me convertiré en las olas que susurran nuestros nombres.
Besaré cada tierra,
cada árbol,
todas las manos.
Postergaré mis latidos por los tuyos...
¿A qué hora, qué día, empezaste a respirar?
¿En qué segundo?
Cronometraré mis bostezos a tu ritmo.
Surcaré las carreteras como la espuma,
y me sentaré a esperarte en la marea.
Cuando las libélulas se hayan ido,
caerás desde las nubes,
y me lloverás los ojos,
las caderas.
Mi perfume te hará señas desde el enrejado
y volaré contigo a cielo abierto.
Mundo Subterráneo en Instantáneas
¿Acaso no es verdad, entonces, que las estaciones de subte son modernas pirámides volteadas, puestas de cabeza?
Entonces.... el sol se debe estar enfriando, y puede ser que toda esta tecnología subterránea sea la fachada de un complot antiquísimo (de unas décadas, tal vez), para aprovechar el calor de la tierra.... Entonces... todo nuestro paradigma deberá ser cambiado, y el paraíso ya no estará en el cielo, demasiado frío y sin gravedad, sino en el centro de la tierra. Pero... entonces... el "ba" debería bajar, y no subir, y al pensar eso sacudo la cabeza y cambio de tema, por las dudas que mi alma se sienta tentada de salir volando hacia la profundidad del túnel, buscando calor, y dejándome vacía como una momia, y atontada en el andén, mirando el resplandor de las Islas Bienaventuradas que se acercan rapidamente empujadas por la locomotora.
viernes, septiembre 01, 2006
Presentación
Ya sé que debería haberlo hecho antes, pero es que éste blog era en un principio para que mis amigos, que ya me conocen de sobras, paseen un poco entre estas palabras tan girondinas (pero con sangre jacobina por sus venas, como Mario).
Un poco de mí pueden saber por el perfil, y en cuanto a los textos que escribo, son simplemente eso, textos. Palabras que se me ocurren tomando un café, un colectivo, o en ayunas. Muchas cosas no las publico, las que sí... lo hago porque creo que valen la pena, que el aire y las palabras son un regalo y que hay que compartirlo con todos, pero sin llegar al genocidio, siempre con el debido respeto.
Podrán encontrar muchas referencias, hay Oliverio Girondo, Benedetti (ya lo dije...) porque son los que más me gustan y más leo, pero más de una oración me surgió ante un graffiti o un insulto callejero. Esas están dedicadas a los hombres que hacen tratos mafiosos en las esquinas de Buenos Aires... o parecen hacerlos.
En síntesis: palabras, apariencias, ayuno, amigos y mucha ventanilla en el colectivo. Un buen consejo.
Anita
Pensamiento
los antiguos señores se visten
con saco y corbata.
Y limpian sus oxidados emblemas
con barro de la cuneta.
Y se pasean en limousinas limoneras,
que tienen aires de lencería barata.
Y borran lo que escriben.
Porque ahora los papeles se abochornan y se tiran al cesto,
y el camión de la basura pasa a las ocho y quince minutos al contado.
Por las dudas que te olvides.
Pero nada de nostalgia,
habrá que investigar fehacientemente cómo escribir en el viento.
Paseando por Flores
Nos vaciamos de sentido, invadimos con panfletos adulterados las vidrieras, tierra de golondrinas.
Al entrar en la ciudad vieja se nos cae el corazón por el peso de la armadura, y entre los dedos nos queda un sabor a tabaco y amoníaco.
Las casas se desvisten y nos prestan su enrejado. Se sueltan los cables de electricidad para atar con moños frenéticos nuestras manos.
Caminando, se transforma una en bencejo, y siente ganas de arrancarse de la tierra y hacer el amor volando como una antena, ¡siempre volando!
... no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando...
Y de pronto, paf paf. Un cachetazo pervertido nos desdibuja las alas, y volvemos a tener los senos panfletarios y la garganta reseca de los conventillos.
lunes, agosto 14, 2006
Todo corre con la prisa de un río cuando estoy por verte
Consumo tu barrio como un aperitivo, las calles se van licuando y forman gotas beiges que son lunares en tu espalda.
Entro y es un mundo de gente. Rostros que no conozco se me presentan y me distraen, un tanto vanamente, de mi objetivo. Las vidrieras surcan el paisaje y el techo de cristal forma laberintos espejados como volutas.
La escalera mecánica atrae mi atención a las alturas, y, entonces, te recuerdo.
Corro por los pasillos despejados, ahora sí, de atractivos señuelos, y, patinando por la prisa, llego al lugar de nuestro encuentro. Te veo venir y me derrito, abandonada. Me buscas, pero dudo que me encuentres, ahora sólo soy una gota de agua coloreada que pugna por humedecer tus comisuras.
jueves, julio 13, 2006
Llovizna
Para que el sabor rosáceo de sus gotas llene de sal los ojos de los ciegos, y se confunda con el rocío entre las manos.
Esas lluvias que mojan hasta la médula, las medianeras, el mediodía. Que secan los labios al dejar la boca abierta para, después, humedecerlos con la savia de algún árbol.
Lluvias frutales, con olor a mandarina, a mentolada tierra, a trabajo.
Lloviznas polvorientas que embarran las uñas y los dientes.
Esas mismas lluvias que hacen que los chicos salgan de la escuela, y miren hacia el cielo, y jueguen a atrapar las gotas en los labios, a beberse la atmósfera entera, a tragarse el universo, a crecer hacia la tierra, a discutir con las hormigas... y sin embargo pierden, porque las lloviznas porteñas tienden a caer en las narices.
viernes, julio 07, 2006
Tentación
de hacerlo entre dos pasos de vals y un traspiés articulado.
De besarte las piernas, dando vueltas carnero a la manzana.
Inyección de baile en mis pupilas,
destramar con ambos senos una milonga,
un destello de cristal entre los dedos,
el vaivén de unos zapatos monstruosos,
que bailan solos y de un salto enamoran a las lenguas.
Búscame entre la gente, silbando notas.
Mis medias caladas llevan tu mapa entre los dientes,
y la lluvia es testigo de mis hombros desnudos.
Cántame un bolero con los labios calientes,
con el pucho en la boca,
que bailaré anclada a tu entrepierna,
con un corazón que desborda
este busto de arcilla.
Ser una estrofa de este tango,
repetir en la ansiedad el estribillo,
y coser una sonrisa a nuestros labios
cuando el reloj dé las doce,
cuando canten los grillos.
¡Qué ganas de hacer el amor bailando,
besar tus manos
y escapar como luciérnaga!
Otra mañana de lluvia
Un aire salobre impregna las fábricas, y los arcaísmos de la arquitectura y las ventanas.
Las patentes pasan y muerden el barniz dilatado en el pomo. Por la mirilla observo los techos de plástico iridiscente.
Un gato se asoma por el zapato de una mujer con bolso de cartón y guantes de arena, de ladrillo, de ensaimada y pescadora, tal vez una vida antes, dos o tres ciudades más lejos.
Las bañistas no consumen, aquí, la palidez extasiada del cosmos. Sus pupilas no pasean como girasoles por las desoladas calles de aserrín, como gatas en celo entre los obreros, en mangas de camisa.
Una niebla que no es la de Londres esquiva a los automovilistas, que corren tras otras patentes, mareados de monóxido, en el sauna natural de los suburbios.
Sensación prénsil de aguja y llamador de bronce. La pintura de las casas, con su perfume a matadero, desborda mis mejillas y pinta la superficie de mis entrañas.
Otra mañana de lluvia sobre el colectivo...
viernes, junio 30, 2006
Simple
No es cierto que vea tu rostro allí donde mire, a no ser esa obvia excepción que son los espejos y los maniquíes en las vidrieras.
Puedo, perfectamente, vivir sin tí. No eres O2, ni H2O, ni proteinas ni carbohidratos.
No me desangro si arrancas tu espina de mi corazón, por el simple hecho de que no eres, precisamente, una rosa. Y aún si lo fueras no me creo tan escuálida como para atravesar contigo mis pechos.
Odio los corolarios intrincados de la concuspiscencia, al igual que los retorcidos entretelones del absurdo y la nefasta y estereotipada displicencia laberíntica del vocabulario, empedernido por ser desplegado a cualquier costo.
Me desarmo en la línea recta de un "te amo" fugaz,
de un "te quiero" deshonroso,
del cielo azul,
de tus ojos verdes como el cielo,
de tu respiración que impregna mi perfume,
de un "hola" que amanece,
de un "adiós" con tu guiño,
de un "sí",
de un "no",
de mañana,
de hoy.
En Obra
y tierra,
y oro,
de la obra vecina, del camino reseco que surcan los albañiles.
Me despierto,
gritando,
girando: mi sueño es un remolino de cemento que se seca en los labios al despertarme.
Siento entre las manos un candor de velero,
una ilusión de candelabro.
La mañana avienta mis sueños de material reciclado,
y amarra mis ojos con ruidos de amianto,
de ciudad,
de trabajo,
de cocainómana frecuencia urbana,
de retrasos.
jueves, junio 29, 2006
Gaviotas
Es verano, y, como un pañuelo de gasa, el aire sofoca a los transeúntes, vestidos de saco y corbata; avezados pasajeros de la avenida porteña.
Te veo llegar, buscarme, no me encuentras y, haciéndome cómplice de este desencuentro, me escondo un poco más, detrás de un cartel, un clavel, una farola.
Las sirenas y bocinas se van cerrando sobre sí mismas, y se encienden los reflectores del restaurant. Las polillas comienzan a zumbar, suicidándose a su vera.
Abajo, siguiendo con la mirada el tráfico de los coches, se adivina el río y su desembocadura, el puerto, el otoño, los mariscos y el sudor de los estibadores siglo veintiuno.
El viento, dejándome desnuda, levanta mi pollera, maquilla mis manos con polvo de árbol, dobla mis pestañas e hinca el diente en la carne de mis labios. Un murmullo mejillón araña mis piernas.
Guiado por el vuelo de mi falda, llegas a mí, con tu hambre de belleza simple y sinceridad de pescadora.
Eres marino, aunque nunca viste la mar... Y eres cielo... y gaviota. También eres sueño, y hambre, y ciudad.
Besas la mejilla marina y me observas bostezar, como si fuera una aburrida sirena varada. Varada, sí, porque en tus riberas he terminado encallando, sin atreverme siquiera a pedirte auxilio.
Y sirena, aunque más querría ser gaviota, gallega, de ría, no de mar... o calamar atlántico, o ameba de pecera de oficina... touché... demasiado pez para evitar las redes, demasiado mujer para dejar de nadar.
Spaghetti Fílmico
La lluvia de verano golpeaba mis pómulos dorados, el sol se había ocultado tras las nubes con su grisáceo vestido de novia.
Tú venías riendo con la gente. Eras el mundo, la ciudad y la risa, y mi nostalgia se enamoraba de ti, mientras los párpados húmedos brillaban.
Florida era una ría gallega, y mi nave surcaba el agua-gente, hasta atracar en tu puerto de pueblo.
Bullicioso, Enero trabajaba en las dársenas de los cines y los caramelos no daban a basto.
Por las rías de España, tú, gondolieri veneciano, fluías libremente, y me guiabas hasta el glaciar de cemento y electricidad de un cine.
Allí, en la butaca cuarenta y dos de la última fila, cayó la nieve, y se hizo el invierno para nosotros.
Nos buscamos entre el eco y la imagen vaporosa de una cuarentona lluvia. Nos atrapó en su vórtice de píxeles al desnudo, ocultándonos de las linternas y los niños, que amenazaban regresarnos al pavimento.
Te besé en los cimientos de tu risa morena, y, con garbo, abrazaste el silencio de mi huida.
Me gritaste que me amabas, y desistí del olvido. Todo se hizo agua, se hizo nube, torbellino, mar, amor, encuentro, spaghetti, incendio y frío... Me hice viento contigo.
Lunar
cosquillas a la Luna,
y su risa es cascada
de enajenada alegría.
Hoy te vi, luna oronda,
luna amarilla,
como un difunto sol
al que velaran de noche.
Sean tus lágrimas
rocío en la espesura.
Quiera el hombre ver
rostros en las nubes
y lunares en tus mejillas.
Bajo la danzante lluvia
de verano
te bañes desnuda
en fuentes termales.
Canten los mosquitos
tu poema nocturno
y cincelen las estatuas
tu rostro de día.
Vístete del agua,
oh, doncella desnuda,
y que sea ella
quien desnude mis ojos
para quien me ama,
amparado en tus lunas.
Tránsito
poesía de asiento, de cuero gastado,
manijas y tornillos.
Versos que patinan, frenan,
palabras de bondi y de lunas.
Suben, pasajeros, y yo los mudo en poemas.
Ruidos de ciudad transitan por ellos,
baches de ojos cansados y labios dormidos.
Y se filtran por los versos automotores en la siesta,
o se rebelan al cansancio y, con la tierra, tiembla.
La Musa
Ella, que había sido la musa de Petrarca, decidió hacer su propia poesía, y gastó sus últimos ahorros en un vestido de seda rojo y un par de zapatos negros. Se calzó las botas de voluntaria y se dirigió al callejón más cerrado y más oscuro.
Con las luces de las arañas de cristal del gran hotel, llegó la prostitución de los sentidos y las palabras. Los dejó escapar a los primeros y se guardó las segundas para el plato final, por si a alguno le interesaba.
Era su única oportunidad de levantar el ancla y perderse de vista, pero el destino y un capitán de navío inglés le jugaron una mala pasada. La lengua se metió entre las piernas, como un caniche asustado y, gimiendo, se perseguía el rabo mostrando los dientes.
El éxtasis y el furor se consumieron con el último cigarrillo, mientras, anclada al puerto, veía zarpar su nave. Por fin, el capitán inglés soltó sus ligaduras, y Laura volvió caminando, sin zapatos y en camisa.
Petrarca estaba dormido. Por suerte, nunca se enteró de lo que había pasado su musa aquella noche, sino hubiera escrito unos versos horribles.
Palabras
granos de arroz encerrados en cuencos.
Maizales agitados por el viento.
Migas de pan, palabras de adultos.
Palabras de niños aisladas del silencio,
Labios abiertos.
Amaneceres redondos, sobre una hoja de papel,
sobre una almohada,
bajo la puerta.
Redondas siluetas marrones, grises.
Figuras bacantes,
lluvia sobre las capotas.
Huellas que pisan barros desnudos.
Me escribo en los silencios,
y me desvisto bajo tu mano.
Busco amparo en las imágenes.
No encuentro, las paredes se aburren de la pintura,
y me imagino cuadriculada,
minúscula arenilla
que el viento acumula en palabras.
Mientras camino,
mi otredad se escapa y,
libre de todo,
me empeño en permanecer sentada
en el mismo banco,
la misma plaza,
y alcanzar el cielo volando una nueva hamaca.
Amor de Alacena
Tan nueva y celosa como una mala palabra en crisis.
Tomó mi alma y se largó... Metáfora incierta, buscada en el aire, saboreada en lo íntimo.
Candor y ambigüedad de tierra. Malvendió mi ignorancia, la duda valía tan poco... Maltrató lo que quedaba de ella.
Engendró y agonizó, límpido, verdeante. Estrujó, violentó, quebró las palabras del daño, le quedaron chicas.
Naturalmente... estiró las piernas y machacó el olvido.
Así, la primavera pasó y ennobleció, con flores rutilantes y salvajes, este mar encendido y despojado.
Se llevó mi alma, la despreció desde un acantilado y, mientras la ahogaba en un collar de perlas, apareció dese el sonido agrietante, desprovisto,
Del mar en fuga,
Del amor enlatado y frío,
Del sí, quieroseñorjuezesporloschicosseñorcuraacepto,eldinero...
Puaj, Devuélveme mi primavera, Amor, y sigamos siendo amantes de improviso.
Dislexia Ordenada Según Diccionario Extraño
Memoria
Grano
Cuarentena de
Relojes oxidados
Memoria
Costal de trigo
Gorrión enjaulado
que canta y desborda el
Metal azulado
Pulmonía
Tos de viento y
Tierra
Sudor manchado
Trabajo, memoria y letras
Memoria
Cosida a retazos
Enhebrada a la aguja
Fría del
Cadalso
Estirada, dispuesta
Empaquetada
Epilepsia
Convulsión
Multiforme sequía de gargantas y escuelas
Memoria de
Pueblo olvidado, de
Hijos perdidos
Salón dorado
Espejos vacíos
Memoria
Deuda
Invierno
Memoria
Sentida
Dolida
Llorada
Perdida
Vacía
Estéril
Fruta prohibida
Yo te escribo
Por si acaso
Te recuerdo... Todavía
Las Hadas y los Trapos
Ojalá
Ojalá que el sol no me marchite sobre la tierra negra,
y, sombríos, mis ojos pardos se pierdan en la noche.
Ojalá que mis piernas soporten el humus,
el grito de savia de la naturaleza,
las batallas de salvia,
y el trigo,
y el centeno.
Ojalá que mi piel no se confunda,
y rasguñe tus manos, sintiéndolas frías.
Ojalá que tus truenos no retumben en mis latidos,
ojalá que tus olas no empapen mi rocío.
Ojalá que tus rocas no erizen mis venas,
y pueda deshacerme de tu influjo hechicero,
de tus uñas partidas,
de tu mezquina ermita,
tus escaleras de nada,
tu muelle de historia.
Ojalá que la vida no se me escape por los poros cuando vuelva a verte.