jueves, junio 29, 2006

Las Hadas y los Trapos

Todos los árboles de Warnes tienen agujeros. En ellos, y fabricando túneles por sus troncos, se esconden las hadas de los locos, las hadas de nada, de la nada, de lo que no existe: las hadas de lo que queda cuando no queda nada.A falta de bosques encantados, las hadas vuelan, sosegadas y mártires a sus nidos de trapos en los agujeros por la calle Warnes. ¿Qué mejor lugar podrían encontrar, que esos árboles verdeantes que anticipan las murguitas del verano, que se desnudan en otoño y van perdiendo zapatos durante el invierno?El asfalto también tiene agujeros, pero en ellos no se esconden las hadas. Son muchas las historias de las hadas que perdieron la memoria al caerles una tuerca entre los cuernos. Además, el calor de diciembre derrite el asfalto, como un helado de petróleo, y les quema las alas, a las que tienen alas, a las que aún se creen hadas, a las que viven de nada.Y las hadas se esconden, durante el día, en los agujeros de Warnes, y esperan que una veintena de años pasen, disimulando, y le sonrían al árbol, a sus agujeros, a la nada en la que viven las hadas de Warnes, y que al sonreír, esperan, les arroje un nido de alambre y un ovillo de hilo atrapado en la ortodoncia, y un trapo que se convierta en nada.Así viven las hadas de la calle Warnes, con sus corazones multicolores de vidrio y aceitunados, con sus vestidos de oliva que brillan en la oscuridad. Durante las noches, los automovilistas detienen sus automotores, creyendo que son las prostitutas que les guiñan sus ojos de vitral de iglesia... pero no, las hadas se ríen y les desvalijan los asientos, las ruedas, las ventanas. Se llevan los tornillos y un caniche les sonríe desde la baulera.La calle de Warnes está repleta de agujeros, pero las hadas sólo se esconden en los árboles.El mayor agujero abre su cenicienta y molar boca detrás, a lo lejos. El hospicio es un gran vacío de ladrillo y rejas, un gran hueco en Buenos Aires, que yo misma voy abriendo, día tras día, noche tras noche, con las poesías que chorrean de mis encías y abren las ventanillas del 78; con esas demencias al paso que oculto en el vacío de los renglones de las hojas de un cuaderno. En la nada.

No hay comentarios.: