Como en todo desván, las cosas se amontonan, se llenan de polvo, y se transforman lentamente en pequeños tesoros, joyas en miniatura de nuestra historia. Las pequeñas anécdotas del mobiliario toman formas grotescas, sombras chinas que, con manos de 100 dedos no llegamos a delinear por completo. En mi desván no hay arañas, ni corazones rotos ni tristezas de sucidas: hay ironía y muchas ganas de festejar la vida, aunque no sea más que una manifestación admirable y modesta de lo absurdo...
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario