viernes, julio 07, 2006

Otra mañana de lluvia

Se suceden las paredes de óxido y mampostería. Dejan a la vista los claveles.
Un aire salobre impregna las fábricas, y los arcaísmos de la arquitectura y las ventanas.
Las patentes pasan y muerden el barniz dilatado en el pomo. Por la mirilla observo los techos de plástico iridiscente.
Un gato se asoma por el zapato de una mujer con bolso de cartón y guantes de arena, de ladrillo, de ensaimada y pescadora, tal vez una vida antes, dos o tres ciudades más lejos.
Las bañistas no consumen, aquí, la palidez extasiada del cosmos. Sus pupilas no pasean como girasoles por las desoladas calles de aserrín, como gatas en celo entre los obreros, en mangas de camisa.
Una niebla que no es la de Londres esquiva a los automovilistas, que corren tras otras patentes, mareados de monóxido, en el sauna natural de los suburbios.
Sensación prénsil de aguja y llamador de bronce. La pintura de las casas, con su perfume a matadero, desborda mis mejillas y pinta la superficie de mis entrañas.
Otra mañana de lluvia sobre el colectivo...

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