viernes, junio 11, 2010

Callejeras cuentas

Veinticinco ladridos por segundo.
Ciento cuarenta y dos besos consentidos y cinco con pasión desbordada.
Noventa y tres taladros en cada avenida buscando los tesoros de cloacas y de asfaltos.
Novecientos veintidós callejeros pendejos que levantan la mano. Mil ochocientos cuarenta y cuatro manos que se levantan, pidiendo misericordia a los siente engalanados señores de galera y galante jarana que pasean por Florida, como si de caballeros se tratara.
Veinte colectivos por segundo, que frenan a un centímetro y tres cuartos del próximo auto que dará dieciocho vueltas manzana para encontrar un lugar entre las ciento sesenta y seis manzanas de Palermo. Una donde no haya manos que se levanten.
Treinta y siete pasajeros que descienden al mismo tiempo, otros treinta y siete suben, se sientan, respiran y bajan en las vías de Floresta, luego de cincuenta y cuatro caminos de conquista hispana. Se bajan en la feria. Suben al tren, y vuelven a las tolderías.
¿Cuántas manos se alzarían si, en lugar de sentarse en los sillones de cemento y ventanilla, miraran al impúdico paisaje de ranchitos y tapas de cacerolas, molinos de viento descarados?
Me gusta saborear, en mis labios y entre los dientes, los números de cientos y miles, desbordados. Pero no me dan las cuentas, me resulta amargo, pensar en ciertas sumas y restas, divisiones y porcientos.

No hay comentarios.: