Me levanto, bostezo y se enrosca de nuevo el tirabuzón de mis cabellos. La sábana se humedece en mis zapatos, y un sueño todavía pelea por calarse entre mis cinco orejas.
Llueve, y la mañana es tan bella que me empapa las pestañas, con sus lágrimas de viento, y resquebraja mis ventanas.
Llueve, y tu cuerpo desnudo me sirve de paraguas, de saliente de roca, de tela de araña. Me aferro a tu vientre, a tus piernas gigantes, a tu barba espantada, y me seco el flequillo con el último bostezo.
Llueve, y tus brazos me anclan a la tierra desnuda, a una sábana que huye, a una pared tan blanca.
Llueve, y un diluvio amenaza debajo de tus dientes. Intento llorar, pero no puedo: de tan feliz se me caen las manos de las caderas y una coliflor amanece en mis pupilas.
Llueve, pero qué placer despertar, y sentir un mosquito zumbando en las manos, y los ojos cerrados que niegan el día, y la nube gris que me oculta tu inevitable partida.
2 comentarios:
me encanta ... increible
sin palabras
Escribís re lindo Anita!!
Te mando un besote!!
Gaby
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