Compañera de rutinas y amaneceres,
qué decir que no sepan tus oídos testigos,
qué pensar que no hayan tus ojos previsto.
Compañera de aquellos cansados andares,
lugares inciertos que se vuelven caminos
de ida y de vuelta con el mismo sentido.
Cuántas escaleras han oído tu risa,
y la sutil carcajada de un cómplice guiño,
y mi cruzar, de tu mano, a un paso el abismo.
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