lunes, agosto 14, 2006

Todo corre con la prisa de un río cuando estoy por verte

El colectivo va raudo, violento, devorándose el mundo en un soplido, y abriendo baches con olor a ajo. Llega a destino, y el camino prosigue en patineta, en helicóptero. Tengo tantas ganas de verte que camino esas cuatro cuadras con un vuelo a media asta, contemplando las paredes rojas y los techos de palta entre el dedo gordo del pie izquierdo y mi ventrículo derecho.
Consumo tu barrio como un aperitivo, las calles se van licuando y forman gotas beiges que son lunares en tu espalda.
Entro y es un mundo de gente. Rostros que no conozco se me presentan y me distraen, un tanto vanamente, de mi objetivo. Las vidrieras surcan el paisaje y el techo de cristal forma laberintos espejados como volutas.
La escalera mecánica atrae mi atención a las alturas, y, entonces, te recuerdo.
Corro por los pasillos despejados, ahora sí, de atractivos señuelos, y, patinando por la prisa, llego al lugar de nuestro encuentro. Te veo venir y me derrito, abandonada. Me buscas, pero dudo que me encuentres, ahora sólo soy una gota de agua coloreada que pugna por humedecer tus comisuras.

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